Nuestra cultura es demasiado sobreprotectora, y ha inutilizado a muchos jóvenes, dándoles todo fácil. No se les presentan grandes retos para que ellos sean capaces de explotar todo el potencial que DIOS les ha regalado. Es decir, nadie les ha enseñado a ser chicos con valor y confianza, capaces de expresar con libertad sus propuestas, de ser audaces en lo que tienen que realizar, de tener arrojo en la vida, de ser valientes antes las dificultades…
Además de manifestar el valor y la confianza en la actividad que se tiene para enfrentar la vida, también se muestra en la espontaneidad con la que una persona se expresa. Veamos a los adultos y niños: ordinariamente , los primeros son más calculadores, fríos, temerosos… en cambio los niños, que conservan su valor y confianza, se expresan con franqueza y sin temor, y esto, los vuelve ocurrentes, gananciosos, espontáneos, encantadores…
El joven ha de buscar no perder la espontaneidad y libertad para expresarse: “primeramente porque tenemos esta esperanza, hablamos con toda libertad” (2 Co 3,12), pues esto plenifica, realiza a la persona y, como consecuencia, la hace feliz. Claro que hay que ser realista, pues en la medida que se avanza en la vida hay más dificultades, pero éstas las ha de afrontar el joven con intrepidez y valentía: “antes habíamos sido insultados y maltratados en Filipo, pero Dios nos ayudó a anunciarles a ustedes su evangelio, con todo valor y en medio de una fuerte lucha” (1 Ts 2,2). Hay que dejar a un lado el miedo, la angustia, el complejo, el qué dirán, superado la conciencia culpable, confiando pela y sinceramente en Dios, pues: “si nuestro corazón no nos acusa, tenemos confianza delante de Dios” (1Jn 3,17), el es nuestra esperanza.
Para tener valor y confianza hace falta permanecer en Cristo que: “como hijo de Dios que somos nosotros mismos, si mantenemos la seguridad y la alegría en la esperanza que tenemos” (…)
No pierdan, pues su confianza, porque ella les traerá una gran recompensa (Hb 3,6.10, 35). Cristo está sobre todo poder: Dios despojó de su poder a los seres espirituales que tiene potencia y autoridad, y por medio de Cristo los humilló públicamente, llevándolos como prisioneros en su desfile victorioso. Estoy convencido de que Dios, que comenzó a hacer su buena obra en ustedes, la irá llevando a buen fin gasta el día en que Jesucristo regrese.(Flp 1,6)
El mundo necesita este tipo de jóvenes y cada uno es el candidato que se requiere para transformar la sociedad. No podemos quedarnos como mudos espectadores, hay que arriesgar para ganar, para sí y para los demás.
Fuente: Hermana Socorro Becerra-Hmsp
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