Cinco obispos anglicanos se unen a Roma

Cinco obispos anglicanos tradicionalistas han hecho oficial esta mañana su intención de sumarse al Ordinariato inglés cuando sea establecido.

Esta mañana el arzobispo de Canterbury, Rowan Williams, aceptó la renuncia de tres obispos extra-territoriales [obispos que realizaban su ministerio para los anglo-católicos que rechazaban la ordenación de mujeres] de la Iglesia de Inglaterra y dos obispos retirados en lo que es un importante desarrollo en el movimiento hacia el establecimiento de un Ordinariato en Gran Bretaña.

El Reverendo Andrew Burnham, obispo de Ebbsfleet; el Rev. Keith Newton, obispo de Richborough, y el Rev. John Broadhurst, obispo de Fulham; junto con los Rev. Edwin Barnes, emérito de Richborough y el Rev. David Silk, auxiliar emérito de Exeter, publicaron una declaración anunciando su renuncia.

El obispo católico Alan Hopes, auxiliar de Westminster, dijo: “Damos la bienvenida a la decisión de los obispos Andrew Burnham, Keith Newton, John Broadhurst, Edwin Barnes y David Silk de entrar en la comunión plena con la Iglesia Católica a través del Ordinariato para Inglaterra y Gales, que será establecido según las provisiones de la Constitución Apostólica Anglicanorum Coetibus”.

Declaración de los obispos renunciantes:

Como muchos otros en la tradición anglo-católica, hemos seguido en la oración y el anhelo el diálogo entre los anglicanos y los católicos, el proceso denominado ARCIC. Nos ha afligido ver cómo anglicanos y católicos se han alejado, en los últimos treinta años, en distintos temas, y particularmente nos ha consternado ver distintos desarrollos en asuntos de fe y orden en el anglicanismo que, creemos, son incompatibles con la vocación histórica del anglicanismo y la tradición de dos mil años de la Iglesia.

La Costitución Apostólica Anglicanorum Coetibus, dada en Roma el 4 de noviembre de 2009, fue una respuesta a los anglicanos que buscan la unidad con la Santa Sede. Con los ordinariatos, se establecen estructuras canónicas por medio de las cuales podremos llevar nuestra experiencia de discipulado cristiano a la comunión plena con la Iglesia Católica que abarca todo el mundo y todas las épocas. Se trata de una respuesta generosa a los distintos acercamientos pidiendo ayuda a la Santa Sede, y también se trata de un nuevo y valiente instrumento ecuménico para la búsqueda de la unidad de los cristianos, unidad por la que Cristo mismo oró antes de Su Pasión y Muerte. Se trata de una unidad que, creemos, es posible sólo en la comunión eucarística con el sucesor de San Pedro.

Como obispos, hemos cuidado de todos, de los que comparten nuestra posición y de aquellos que han tomado una postura diferente. Ahora hemos llegado al punto en el que debemos declarar formalmente nuestra posición e invitar a otros a unírsenos en nuestro viaje. Por lo tanto, cesará inmediatamente nuestro ministerio episcopal público, renunciando a nuestras responsabilidades pastorales en la Iglesia [anglicana] de Inglaterra. Esto tendrá efecto a partir del 31 de diciembre de 2010. Buscamos unirnos a un Ordinariato cuando éste sea creado.

Permanecemos agradecidos por todo lo que la Iglesia [anglicana] de Inglaterra ha significado para nosotros y por todo lo que nos ha dado en estos años, y esperamos mantener una relación cercana y cálida, orando y trabajando juntos por la venida del Reino de Dios.

Apreciamos profundamente el apoyo que hemos recibido en este tiempo difícil: el apoyo de arzobispos y obispos, de clérigos y laicos, de anglicanos y católicos, de aquellos que están de acuerdo con nuestra posición y de aquellos que están fervientemente en desacuerdo, de aquellos que nos han animado a dar este paso, y de aquellos que nos han urgido a no darlo.

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Rev. Andrew Burnham

Rev. Keith Newton

Rev. Edwin Barnes

Rev. David Silk

Rev. John Broadhurst

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Evangelio según San Lucas 17,1-6

Después dijo a sus discípulos: "Es inevitable que haya escándalos, pero ¡ay de aquel que los ocasiona! 
Más le valdría que le ataran al cuello una piedra de moler y lo precipitaran al mar, antes que escandalizar a uno de estos pequeños. 
Por lo tanto, ¡tengan cuidado! Si tu hermano peca, repréndelo, y si se arrepiente, perdónalo. 
Y si peca siete veces al día contra ti, y otras tantas vuelve a ti, diciendo: 'Me arrepiento', perdónalo". 
Los Apóstoles dijeron al Señor: "Auméntanos la fe". 
El respondió: "Si ustedes tuvieran fe del tamaño de un grano de mostaza, y dijeran a esa morera que está ahí: 'Arráncate de raíz y plántate en el mar', ella les obedecería. 

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Profesión Solemne

¿Qué será profesar? ¿Qué será entregarse? ¿Qué será la renuncia, el abandono y la confianza total? Preguntas que llegan en algún momento, cuando ha habido una voz, sutil pero constante, diciendo ¡Ven! ¡Sígueme! Con la firmeza de un imperativo, con el rigor de una demanda, pero con las letras de nuestro nombre que al escucharlas se hacen melodía. ¿Quién me llama? ¿Quién eres? Cómo si llamase a Samuel. Una, dos tres o cuatro veces, la misma voz que ha llamado a otros, con especiales encomiendas y recursos variados. Qué importan las críticas, que importan los protocolos, si al final es mi nombre el que se ha pronunciado y tendré que ponerme en pié y responder. Ya sé quién es, lo sentía desde el principio pero me confundía su propia voz con otras escondidas en mi mente y en mi corazón.
El día 11de Octubre, un poco más de las 11:00 de la mañana, en una Solemne Misa en la Parroquia Madre de la Divina Providencia, Presidida por el Vicario Provincial, P. Paulo Talep y concelebrada por los demás cofrades Sacerdotes de nuestra  Provincia y acolitada por los Religiosos Profesos Simples. Así, delante de todos  los Religiosos: Danilo Jesús María y Miguel Ángel María profesaran los votos Perpetuos de Pobreza Castidad y Obediencia en la Orden de los Clérigos Regulares de San Pablo. Llegaron a decir: ¡Sí, habla que tu siervo escucha! Profesaron, renunciaron, abrazaron, y se abrirán  a la libertad que da el reconocer y aceptar sus  propios límites. Son humanos dependiendo de alguien Mayor, respondiendo a un llamado ineludible, una orden serena: ¡Ven y Sígueme!

Que Dios la Virgen de la Providencia y santo Antonio María Zaccaria nuestro padre fundador les ayuden en este nuevo periodo de vida Religiosa.

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São Carlos Borromeu - Patrono secundario de nossa Congregaçao.

Carlos, o segundo filho de Gilberto, nasceu em 2 de outubro de 1538. Menino ainda, revelou ótimo talento e uma inteligência rara. Ao lado destas qualidades, manifestou forte inclinação para a vida religiosa, pela piedade e o temor a Deus. Ainda criança, era seu prazer construir altares minúsculos, diante dos quais, em presença dos irmãos e companheiros de idade, imitava as funções sacerdotais que tinha observado na Igreja. O amor à oração e o aborrecimento aos divertimentos profanos, eram sinais mais positivos da vocação sacerdotal.

O ano de 1562 veio a Carlos com a graça do sacerdócio. No silêncio da meditação, lançou Carlos planos grandiosos para a reorganização da Igreja Católica. Estes todos se concentraram na ideia de concluir o Concílio de Trento. De fato, era o que a Igreja mais necessitava, como base e fundamento da renovação e consolidação da vida religiosa. Carlos, sem cessar, chamava a atenção do seu tio (que era Cardeal e foi eleito Papa, com o nome de Pio IV) para esta necessidade, reclamada por todos os amigos da Igreja. De fato, o Concílio se realizou, e Carlos quis ser o primeiro a executar as ordens da nova lei, ainda que por esta obediência tivesse de deixar sua posição para ocupar outra inferior. 

Carlos sabia muito bem que a caridade abre os corações também à religião. Por isto foi que grande parte de sua receita pertencia aos pobres, reservando ele para si só o indispensável. Heranças ou rendimentos que lhe vinham dos bens de família, distribuía-os entre os desvalidos. Tudo isto não aguenta comparação com as obras de caridade que o Arcebispo praticou, quando em 1569-1570, a fome e uma epidemia, semelhante à peste, invadiram a cidade de Milão. Não tendo mais o que dar, pedia ele próprio esmolas para os pobres e abria assim fontes de auxílio, que teriam ficado fechadas.

Quando, porém, em 1576, a cidade foi atingida pela peste, e o povo abandonado pelos poderes públicos, visto que ninguém se compadecia do povo, ainda procurava os pobres doentes dos quais ninguém lembrava, consolava-os e dava-lhes os santos sacramentos. Tendo-se esgotado todas as fontes de recurso, Carlos lançou mão de tudo o que possuía, para amenizar a triste sorte dos doentes. Mais de  cem sacerdotes tinham pago com a vida, na sua dedicação e serviço aos doentes. Deus conservava a vida do Arcebispo, e este se aproveitou da ocasião para dizer duras verdades aos ímpios e ricos esquecidos de Deus.

Gregório XIII, não só rejeitou as acusações infundados feitas ao Arcebispo, mas ainda recebeu Carlos Borromeu em Roma, com as mais altas distinções. Em resposta a este gesto do Papa, o governador de Milão, organizou no primeiro domingo da Quaresma de 1579, um indigno préstito carnavalesco pelas ruas de Milão, precisamente à hora da missa celebrada pelo Arcebispo. O mesmo governador, que tanta guerra ao Prelado movera, e tantas hostilidades contra São Carlos estimulara, no leito de morte reconheceu o erro e teve o consolo da assistência do santo Bispo na hora da agonia. Seu sucessor, Carlos de Aragão, duque de Terra Nova, viveu sempre em paz com a autoridade eclesiástica. O Arcebispo gozou deste período só dois anos.

Quando em outubro de 1584, como era de costume, se retirara para fazer os exercícios espirituais, teve fortes acessos de febre, aos quais não deu importância e dizia: “Um bom pastor de almas, deve saber suportar três febres, antes de se meter na cama”. Os acessos renovaram-se e consumiram as forças do Arcebispo. Ao receber os santos sacramentos, expirou aos 03 de novembro de 1584. Suas últimas palavras foram: “Eis Senhor, eu venho, vou já”. São Carlos Borromeu tinha alcançado a idade de 46 anos.

O Papa Paulo V, canonizou-o em 1610 e fixou-lhe a festa para o dia 04 de novembro.


São Carlos Borromeu, rogai por nós!

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Comemoração dos Fiéis Defuntos

Neste dia ressoa em toda a Igreja o conselho de São Paulo para as primeiras comunidades cristãs: "Não queremos, irmãos, deixar-vos na ignorância a respeito dos mortos, para que não vos entristeçais como os outros que não tem esperança" ( 1 Tes 4, 13). 

Sendo assim, hoje não é dia de tristezas e lamúrias, e sim de transformar nossas saudades, e até as lágrimas, em forças de intercessão pelos fiéis que, se estiverem no Purgatório, contam com nossas orações.

O convite à oração feito por nossa Mãe Igreja fundamenta-se na realidade da "comunhão dos santos", onde pela solidariedade espiritual dos que estão inseridos no Corpo Místico, pelo Sacramento do Batismo, são oferecidas preces, sacrificios e Missas pelas almas do Purgatório. No Oriente, a Igreja Bizantina fixou um sábado especial para orações pelos defuntos, enquanto no Ocidente as orações pelos defuntos eram quase geral nos mosteiros do século VII; sendo que a partir do Abade de Cluny, Santo Odilon, aos poucos o costume se espalhou para o Cristianismo, até ser tornado oficial e universal para a Igreja, através do Papa Bento XV em 1915, pois visava os mortos da guerra, doentes e pobres.

A Palavra do Senhor confirma esta Tradição pois "santo e piedoso o seu pensamento; e foi essa a razão por que mandou que se celebrasse pelos mortos um sacrifício expiatório, para que fossem absolvidos de seu pecado" (2 Mc 2, 45). Assim é salutar lembrarmos neste dia, que "a Igreja denomina Purgatório esta purificação final dos eleitos, que é completamente distinta do castigo dos condenados" (Catecismo da Igreja Católica). 

Portanto, a alma que morreu na graça e na amizade de Deus, porém necessitando de purificação, assemelha-se a um aventureiro caminhando num deserto sob um sol escaldante, onde o calor é sufocante, com pouca água; porém enxerga para além do deserto, a montanha onde se encontra o tesouro, a montanha onde sopram brisas frescas e onde poderá descansar eternamente; ou seja, "o Céu não tem portas" (Santa Catarina de Gênova), mas sim uma providencial 'ante-sala'. 

"Ó meu Jesus perdoai-nos, livrai-nos do fogo do Inferno. Levai as almas todas para o Céu e socorrei principalmente as que mais precisarem! Amém!"

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Solenidade de Todos os Santos

Hoje, a Igreja não celebra a santidade de um cristão que se encontra no Céu, mas sim, de TODOS.

Isto, para mostrar concretamente, a vocação universal de TODOS para a felicidade Eterna.

"Todos os fiéis cristãos, de qualquer estado ou ordem, são chamados à plenitude da vida cristã e à perfeição da caridade." Todos são chamados à santidade: " Deveis ser perfeitos como o vosso Pai celeste é perfeito" (Mt 5,48) (CIC 2013).

Sendo assim, nós passamos a compreender o início do Sermão do abade São Bernardo: "Para quê louvar os santos, para que glorificá-los? Para quê, enfim, esta solenidade?

Que lhes importam as honras terrenas? A eles que, segundo a promessa do Filho, o Pai celeste glorifica? Os santos não precisam de nossas homenagens. Não há dúvida alguma, se veneramos os santos, o interesse é nosso, não deles"

Sabemos que desde os primeiros séculos que os cristãos praticam o culto dos Santos, a começar pelos Mártires, por isto hoje vivemos esta Tradição, na qual nossa Mãe Igreja convida-nos a contemplarmos os nossos "heróis" da fé, esperança e caridade.

Na verdade é um convite a olharmos para o Alto, pois neste mundo escurecido pelo pecado, brilham no Céu com a luz do triunfo e esperança daqueles que viveram e morreram em Cristo, por Cristo e com Cristo, formando uma "constelação", já que São João viu: "Era uma imensa multidão, que ninguém podia contar, de todas as nações, tribos, povos e línguas"(Apoc 7, 9).

Todos estes combatentes de Deus, merecem nossa imitação, pois foram adolescentes, jovens, homens casados, mães de família, operários, empregados, patrões, Sacerdotes, pobres mendigos, profissionais, militares, ou Religiosos que se tornaram um sinal do que o Espírito Santo pode fazer num ser humano que se decide viver o Evangelho que funciona na Igreja e na Sociedade.

Portanto a vida destes acabaram virando proposta para nós, uma vez que passaram fome, apelos carnais, perseguições, alegrias, situações de pecado, profundos arrependimentos, sede, doenças, sofrimentos por calúnia, ódio, falta de amor e injustiças; tudo isto, e mais o que constituem o cotidiano dos seguidores de Cristo que enfrentam os embates da vida sem perderem o entusiasmo pela Pátria definitiva, pois "não sois mais estrangeiros, nem migrantes; sois concidadãos dos Santos, sois da Família de Deus"(Ef 2,19).
Neste dia a Mãe faz este apelo a todos nós seus filhos: " O apelo à plenitude da vida cristã e à perfeição da caridade se dirige a todos os fiéis cristãos." "A perfeição cristã só tem um limite: ser ilimitada" (CIC 2028).

Todos os Santos de Deus...rogai por nós!

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